sábado, 12 de agosto de 2017

"NO SE EQUIVOQUEN",en el VIEJO y NUEVO PRI el "DEDO MANDA"...y si se equivoca, vuelve a mandar.


Con esa frase puede resumirse el sentido de la XXII Asamblea Nacional del PRI, que hoy tendrá lugar, y de sus cinco Mesas Temáticas que se llevaron a cabo esta semana. 
El presidente Peña Nieto armó todo, con sus empleados y alfiles del partido, para que hubiera sí debate, diálogo, catarsis de los priístas, incluidos los que se muestran “rebeldes”, incluso les soltó, eventualmente, algunos temas y concesiones, como “dulces”: que si su Secretaría Anticorrupción; que si su “norma antichapulines” o hasta el 30% de candidaturas a jóvenes; y que a las mujeres no las releguen a los peores distritos en la aplicación del 50%, que ya tienen de postulaciones. 
Pero, por encima de todo eso, estaba muy claro el mensaje de lo que se tenía que hacer y lo que no se podía tocar: abrir los candados de militancia para dar paso a sus alfiles “Tecnos” en la sucesión y frenar cualquier exigencia de democracia interna en la selección del candidato presidencial, que se decidirá donde se tiene que decidir.
Lo demás son ejercicios mentales y eufemismos priístas: que si “avanzamos en nuestras exigencias”; que si “somos un partido vivo que debate sus diferencias”; que si “nos abrimos para modernizarnos ”; o incluso que si “la militancia derrotó a las cúpulas”. Nada que no tuviera el visto bueno desde Los Pinos, directa o indirectamente, salió en las Mesas cuyas conclusiones hoy serán validadas en el Palacio de los Deportes. Hasta ahí llegará Peña Nieto triunfalmente para demostrar que, desgastado, con su 20% de popularidad o como quieran verlo, sigue y seguirá siendo quien manda en el PRI, y quien decidirá —les guste o no a otros grupos y personajes del viejo partido— quién es el candidato priísta a la Presidencia de la República en el 2018.
No hay modo de que eso cambie, es la historia y esencia del PRI. El único periodo en el que los priístas no se sujetaron a la voluntad del presidente, fue en los 12 años en que estuvieron fuera de Los Pinos. Entonces, el caciquil, Roberto Madrazo, y los gobernadores priístas, erigidos en virreyes, se despedazaron ante la ausencia del “jefe político”. Y el resultado fue desastroso.
Hoy sí hay una efervescencia interna, una disputa que no es nueva entre políticos tradicionales y neopriístas técnicos, encabezada por Luis Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong, los dos “hombres fuertes” de Peña Nieto. Detrás de uno o de otro, se han ido alineando grupos de políticos y técnicos y también los que cruzan por encima de esas clasificaciones; pero aun con las expresiones que buscan romper la hegemonía tradicional en el PRI y disputarle a Los Pinos el control total de la sucesión presidencial, el mensaje de fuerza de esta Asamblea fue contundente: “aquí mando yo”.
Nuño, Meade ¿u otro? Por encima del dilema que muchos ven en los mensajes de esta Asamblea: de si la eliminación de “candados” y requisitos para los simpatizantes —que también se eliminaron para los militantes— llevaba dedicatorias o nombres específicos, está muy claro que la apertura sí tiene beneficiarios directos e identificables. La habilitación de José Antonio Meade o el limpiarle el camino de cuestionamientos o dudas de militancia a Aurelio Nuño son evidentes y debieron ser parte de la decisión que tomó el Presidente y que ordenó instrumentar en la Asamblea. Pero el sentido final tampoco puede darse por hecho, por más que las interpretaciones más lógicas vayan en esa dirección.
Por ejemplo, a muchos les sorprendió ver el repliegue evidente del secretario de Gobernación, Miguel Osorio, en la Asamblea. “¿Por qué no operó Osorio?”, se preguntaban muchos en las Mesas, sobre todo en la de Estatutos, donde se discutían temas directamente vinculados a la elección del candidato. Los delegados hidalguenses y otros grupos, que coinciden con el aspirante de Bucareli, se centraron en otros temas y reformas, pero no se los vio moverse en temas que, en teoría, afectaban las posibilidades del secretario. Porque nadie duda a estas alturas que, detrás de la “línea” dictada por Peña Nieto, se ve clara la mano de Videgaray, cuyo grupo es el más beneficiado con las decisiones tomadas en la Asamblea. ¿Y Osorio? ¿Se plegó para no asumir derrotas que no le corresponden o sabe que, contra lo que muchos ya leen, la decisión aún no está tomada y no será necesariamente por los dos nombres que más se escuchan después del cónclave priísta?
Porque a estas alturas nada puede darse por sentado. Peña no ha dicho, al menos que se sepa, quién será el “designado” y lo único que hizo en esta Asamblea fue reafirmar su control sucesorio y abrir su baraja a las cartas que él considere necesarias antes de tomar la decisión. Pero, en esas cartas, nadie puede dar ya por elegido a alguno o por descartado a otro.
Por ejemplo, aún muchos priístas no descartan definitivamente al influyente secretario de Relaciones Exteriores, aun cuando Videgaray ya dijo públicamente: “No está en mis planes, no voy a participar (en el 2018), es una decisión personal, pero además es una decisión indispensable para poder hacer bien mi trabajo, particularmente enfrentar con éxito el reto de una negociación importante con EU respecto al TLC, lo cual sería incompatible con estar haciendo política y estar buscando una candidatura”.
El pronunciamiento de Videgaray en un foro económico se parece mucho a aquella declaración del fallecido Manuel Camacho Solís, quien dos días antes del asesinato de Luis Donaldo Colosio declaró aquello de que “prefiero la paz a la candidatura presidencial”, refiriéndose a su trabajo como comisionado federal en Chiapas a donde lo había mandado Carlos Salinas y desde donde, se decía, le robaba reflectores y presencia al candidato Colosio, quien ya se había quejado en Los Pinos del activismo marcado de Camacho. ¿Videgaray, como Camacho en su momento, dice que no pero en el fondo sigue trabajando para una candidatura que ni él ni el presidente Peña descartan?
La rebelión de los jóvenes. La de los “candados antichapulines” no fue la única rebelión en la Mesa de Estatutos. Antes de que estallará la mesa de Campeche con gritos y pancartas contra los “saltadores” de las pluris, la Red de Jóvenes del PRI había calentado el ambiente con una propuesta de su dirigente nacional, Pablo Angulo, para reformar los artículos 7 y 45, a la que llamaron “1 de 3”. Lo que pidieron es que del total de candidaturas del PRI para cualquier elección, 30% se postule a jóvenes —de hasta 35 años— para garantizar la renovación de cuadros y el que no se recicle siempre a los mismos personajes, de la vieja guardia, en las nominaciones.
La propuesta de Angulo, apoyada con gritos y aplausos, ya había sido presentada a Enrique Ochoa, previo al inicio de la mesas, por el diputado Mariano González Aguirre, quien habló del “1 de 3” para los jóvenes, pero Ochoa no le dio mayor importancia. Tal vez por eso en Campeche incomodó de inmediato, sobre todo cuando Ivonne Ortega se acercó a los de la Red para ofrecerles votos y apoyo a su propuesta.
El presidente de la Mesa, Jorge Carlos Ramírez Marín, llamó a los jóvenes a “dialogar” en un salón alterno. Les pedía “matizar” su propuesta, para que sólo incluyera las candidaturas de mayoría y no las listas de plurinominales ni las coaliciones y alianzas. Pero los delegados Angulo, José Luis Villalobos, Jonathan Efrén Márquez, Lorenzo Rivera y Laura Haro insistían en el 30% para todas las candidaturas. Estaban en ese jaloneo cuando los gritos de “!fuera chapulines!”, llegaron a la oficina de arriba. El político yucateco volteó al salón y, tras sus intentos de convencer a los jóvenes, les dijo: “Ya métanla como quieran, tengo otras cosas más urgentes que atender”, y bajó rápidamente a rescatar a Diva Gastélum, la rebelión antichapulines le incendiaba la mesa.
Al final, la RED logró su reforma “1 de 3” y Ramírez Marín decía, luego de que la aprobara la mayoría, que “se publicara tal y como la leyó el delegado” Pablo Angulo. “Renovarse o morir”, dicen los maltratados jóvenes priístas.

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